Reía de buena gana al escuchar un comentario de un joven que decía frente a mi stand de libros en la Universidad Mayor: “¡pucha, aquí se hablan de puras cosas pasadas de moda!”. Sonrío una vez más. Voy a tratar de explicarle a éste chico anónimo y a ustedes de por qué las cosas que hablo siempre (¿me escucharon bien?), siempre serán la vanguardia en las cosas que vivimos y experimentamos en éste mundo.

Las seis etapas presentadas en éste friso llamado “Opera Omnia” son seis iniciaciones que todos los seres humanos debemos vivir en una existencia o giro, en palabras de nuestros hermanos orientales. Mi hermana Juanita me decía preocupada: “aclara a la audiencia que tienen un orden específico y necesario. Primero Pasión, luego Fe, luego Magia…y así en adelante”.

Sí claro, le respondí: “una telenovela sagrada y esencial”.

Las mentes más preclaras del planeta a lo largo de los siglos no me dejarán de mentiroso si afirmo con certeza matemática que a un ser humano común y silvestre como usted o como yo, nos llevará al menos treinta años en descubrir y aceptar la inutilidad de las pasiones. Las castas más austeras de la India o los grupos más serios en oriente en general, utilizan técnicas que podríamos denominarlas como “abúrrete y asquéate de las pasiones que con tanto entusiasmo y vivacidad defiendes”. Estoy hablando de poner al neófito a meditar entre gusanos o en lugares asquerosos. ¿Se entiende?. Apurar el proceso de reflexión y descubrimiento. La reflexión es dura, pero necesaria para el entusiasta aprendíz: “para allá vas también tú”. Lo normal y corriente es que un ser humano jamás logre siquiera vislumbrar en una vida de ochenta y seis años por ejemplo, de cómo es saboreado como un trocito de turrón dulce y empalagoso por la insaciable naturaleza, que, dicho de paso, siempre nos quiere mantener dormidos y distraídos en éstas verdades eternas.

En la fe, se hallará repitiendo cosas de la cual habitualmente no se suscribe en su disciplina diaria y cotidiana. Es decir, creyente de fin de semana, de semana santa, de navidad de peregrinación, de festividad sagrada, no importando tu religión o credo. Le llevará, al menos, quince años en tomarse en serio como un ser de fe, sí, claro, a solas consigo mismo, en el silencio de su habitación.

Cuando se ve la “película completa”, lo primero que se descubre es que una vida está llena de distractivos o situaciones que nos invitan a dormir profundamente: en la pasión, la eterna búsqueda de la pareja soñada, las almas predestinadas, el eterno juego de llamar amor sincero a la simple pasión carnal y animal. En fé, creerse trascendido o tocado por lo sobrenatural, siendo que la vida interior a solas se sigue siendo vulgar y animalesco. En Magia, nos encontramos con una troupe de personajes eternos que denominé la “Ópera Mágica: la bruja, la puta, el sapo y el gil”. Usted verá que éstos amigos lo tendrán entretenido al menos veinte años de su vida. Y para qué continuar.

María la Judía, la gran alquimista, nos habla en su opúsculo “Diálogo de María y Aros”, acerca de la vía seca:  “pero los filósofos no han querido decir nada de ello, a causa de la brevedad de la vida y la largura de la Obra”.

Otra vez lo mismo: tiempo. Me atreví a traer a éste breve comentario a María la Judía, pues a ella se le atribuye el método de reducir el larguísimo tiempo para lograr la piedra filosofal en una hipotenusa (camino corto, pero extremadamente tortuoso), de no menos de veinte años. No lo quiero despreciar como lector, pues usted sabe contar y sumar tan bien o mejor que yo. Sume, y verá que ya llevamos en éstas cuatro estaciones, al menos, ochenta y cinco años, y aún nos quedan dos más para finalizar.

“Acuérdate de tu Creador en los años de tu juventud”. Se fija que éste consejo del Eclesiastés más que una sentencia impuesta, es un consejo de buena leche, porque si usted parte joven éste trabajo, digo doce años, puede que en una de ésas lo termine a los noventa y cinco años. ¿Con suerte?. No, en ningún caso. Con gracia, eso sí.

Si al igual que quien escribe éste post, usted se puso pálido y traspiró helado al saber la verdadera verdad de no alcanzar ni siquiera a vislumbrar en serio una de éstas estaciones, tal vez se tropezará, al igual que yo, con ésta enigmática expresión: “para salvar la barca, hay que destruirla”. No se preocupe, no la entenderá en no menos de dos años de reflexión seria y comprometida. Luego, cualquier día o tarde, echará la última mirada a su vida como tanto le gusta tener y la ofrendará al cielo para ser prenda de holocausto. Es decir, fuego, cenizas, nada, no quedó nada… Sólo entonces lo otro, lo sagrado, lo verdadero, lo real, tomará su lugar, y, se lo aseguro: ésta titánica tarea de cien años a cabeza gacha de trabajo duro y dedicado, éste otro ser luminoso lo terminará en no más de treinta, y lo mejor de todo, sonriente y feliz.

 

Muy pronto subiremos un sencillo video que realizamos hace unos años atrás para el libro Pasión. Lo primero que se dará cuenta es lo largo que es. Demasiado, para los tiempos urgentes que vivimos. Lo hice a propósito. Respire hondo, observe, disfrute y contemple. Me agradaría saber si usted también pudo ver lo que éste simple instrumento divino pudo percibir en aquella fría estación. ¿Fría, dijo?. Perdón, quise decir una vía gélida, de la cual muy pocos, muy pocos vuelven. 

NOTA MUY,PERO MUY IMPORTANTE: Si usted es de las personas que vino a éste mundo como a un entretenido paseo de fin de curso, le ruego que pase por alto éstas incómodas e innecesarias palabras.